domingo, 10 de julio de 2011
El escudo de la ciudad de Paraná
La identificación heráldica de Paraná reúne una serie de elementos tomados de la vida real de la ciudad de principios del siglo XX. Santos Domínguez y Benguria, el intendente soñador, cuando creó el escudo municipal de Paraná, capturó una imagen y con ella toda su historia.
Como el barco, que era propiedad de un inmigrante napolitano, llamado Salvador Coronado, que arribó al país en 1865. Esa nave a vela se llamaba Gingibire. y se utilizaba para trasladar a otros puertos, la piedra calcárea arrancada del vientre de la barranca y hecha polvo. Algunas nubes grises no son más que un detalle en el horizonte; ninguna amenaza para la navegación. Una bandada de patos siriríes despabila la mañana con sus gritos, en el cruce desde la isla hacia tierra firme.
El islote de Barranca se encuentra desierto a la misma hora en que un aborigen cruza con su canoa. ¿Estará pescando?
El barco de Coronado trabajó en un momento en que el puerto principal tenía un movimiento acorde con el ritmo a que crecía la ciudad de Paraná. El Gingibire y otros barcos más iban con cerca de un centenar de hacheros a buscar leña a las islas. Los hacheros se internaban por meses y venían cargados de madera para utilizar en las caleras de Osinalde. También transportaban cal y yeso.
En un minucioso e inédito trabajo de heráldica que realizó el artista plástico y bisnieto de Santos Domínguez, Hugo Ugalde, se analizan uno a uno los elementos que conforman el escudo municipal. Ugalde indica que el lugar que reproduce el escudo es un sector de Bajada Grande. En el discurso pronunciado por Santos Domínguez y Benguria el 25 de mayo de 1877, en oportunidad de instituirse el escudo municipal, el propio autor confirma lo que 124 años después dice su bisnieto. “En la parte inferior del oval –dice don Santos– (está) simbolizada la ciudad de Paraná, con la histórica Barranca de la Bajada; ensanchándose a su pie, el majestuoso Río Paraná… Al pie de la barranca se ve una calera artificial, demostrando la principal riqueza o industria conocida y desarrollada, que sirvió de pie más tarde para echar los primeros cimientos de la Población del Paraná”.
Ugalde cuenta que el autor del escudo pintó un paisaje típico de la ciudad, y para eso se internó río adentro, en un barco de la flota mercante que tenía su familia, los Benguria. Luego al lugar lo compra el señor Apolinario Osinalde, como también las otras quintas vecinas. En los años 30, la Compañía Inglesa de Cemento Portland adquiere los terrenos de Osinalde para levantar la fábrica de Portland. A fines de la década de 1980, Amalia Lacroze de Fortabat compra ese sector. Hoy, la Municipalidad de Paraná es la nueva dueña de esos terrenos, donde se levantó el nuevo parque”.
La tradición oral otorga al islote de Barranca un lugar destacado en la vida recreativa de los paranaenses. Hasta esa porción de tierra sobre el río, la gente cruzaba caminando, zapatos en mano. Los hombres lo hacían en un sentido y las mujeres en la dirección contraria, formando la vuelta del perro, que garantizaba el cruce de miradas, previo a cualquier relación. Los domingos, si el día estaba lindo y había mucha concurrencia, la banda de música trasladaba su retreta al islote.
La pintura de Santos Domínguez y Benguria es una postal de la ribera paranaense del siglo diecinueve. Una imagen que encierra el paisaje de un día cualquiera. Por eso mismo tan especial.
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